martes, 12 de mayo de 2015

La primera descripción completa de reptiles y anfibios

1834 fue un año clave en el campo de la herpetología —el estudio de los anfibios y los reptiles. Fue el año en el que se publicó el primer tomo de la monumental obra Erpétologie générale ou Histoire naturelle complète des reptiles del zoólogo francés André Marie Constant Duméril. Producido durante un período de más de veinte años, entre 1834 y 1854, este conjunto conformado por nueve volúmenes (más un atlas) se convirtió en la primera explicación científica completa de anfibios y reptiles conocidos del mundo.
Ptychozoon kuhli (Gecko volador). Duméril, André Marie Constant. Erpétologie générale ou Histoire naturelle complète des reptiles (1834-1853).

Duméril comenzó su carrera como médico y profesor de anatomía, pero, a principios del siglo XIX, Georges Cuvier lo seleccionó como jefe del área de ictiología y herpetología en el Muséum national d'histoire naturelle de París, convirtiendo a Duméril en el curador de la colección herpetológica más grande y diversa del mundo en ese momento. Duméril se propuso desarrollar una organización taxonómica de nivel superior de anfibios y reptiles y, junto con su ayudante Gabriel Bibron, examinó y describió gran parte de la enorme colección del museo entre los años 1832 y 1848.

Figura 1: Geochelone sulcata (Tortuga mora africana); Figura 2: Pyxis arachnoides (Tortuga araña de Madagascar). Duméril, André Marie Constant. Erpétologie générale ou Histoire naturelle des complète reptiles (1834-1853).

La taxonomía revisada y descripciones detalladas de las especies de la colección de París se presentaron dentro de Erpétologie générale, que en última instancia relacionaba 1.393 especies e incluyó 120 platos, muchos de los cuales fueron pintados a mano.

Bibron, por desgracia, murió de tuberculosis en 1848, antes de la finalización de la serie. El hijo de Duméril, Auguste Henri André Duméril, ayudó a su padre en la finalización de los volúmenes 7, 9, y el atlas.

Figura 1: Furcifer verrucosus (Camaleón verrugoso de Madagascar); Figura 2: Lengua de Chamaeleo senegalensis (Camaleón de Senegal); Figura 3: Vista dorsal de la cabeza de Furcifer bifidus (Camaleón de Madagascar de dos cuernos). Duméril, André Marie Constant. Erpétologie générale ou Histoire naturelle des complète reptiles (1834-1853). 


Erpétologie générale fue un trabajo sumamente innovador, el cual estableció el estándar para la referencia herpetológica con ejemplares depositados en las principales bibliotecas científicas del siglo XIX. Precisa descripción de especies y notables platos aseguran que este trabajo sigue siendo de vital interés de investigación para la comunidad científica de hoy, sin importar el hecho de que la propia revisión taxonómica presentada es ahora considerada obsoleta (Duméril, por ejemplo, consideró a los anfibios como una de las cuatro órdenes dentro de Reptilia, junto a las tortugas, serpientes y lagartos, este último incluyendo cocodrilos).


Hoy en día, Reptilia y Amphibia son dos clases distintas, y los subgrupos, de especies actuales, reconocidos dentro de Reptilia incluyen: Crocodilia (cocodrilos, gaviales, caimanes y aligátores), Sphenodontia (tuátara de Nueva Zelanda), Squamata (lagartos, serpientes y lagartos gusano), y Testudinidae (tortugas). En total, más de 10.000 especies de reptiles y aproximadamente 7.000 especies de anfibios son conocidas hoy en día.


Python sebae (Pitón africana de roca). Duméril, André Marie Constant. Erpétologie générale ou Histoire naturelle complète des reptiles (1834-1853).


El notable Erpétologie générale ou Histoire naturelle complète des reptiles de Duméril está disponible gratuitamente en la Biodiversity Heritage Library, digitalizados por la Ernst Mayr Library of the Museum of Comparative Zoology de la Universidad de Harvard y Smithsonian Libraries. Echa un vistazo a la obra completa y disfruta de las maravillosas ilustraciones en Flickr.


La investigación para este artículo fue obtenida de "The First Comprehensive Description of the Amphibians and Reptiles of the World", de Christopher J. Raxworthy. Este ensayo se puede encontrar dentro de Natural Histories (2012), un excelente recurso en una selección de libros raros encontrados dentro del American Museum of Natural History Library.







lunes, 11 de mayo de 2015

Los sentidos: Lucrecio, Alejo Carpentier y John Locke


Desde el sonido discordante de una bocina, al olor tentador de una comida favorita, nuestros sentidos nos ayudan a navegar suavemente a través de las actividades del día a día. Cada visión, sonido, sabor, olor y toque se deriva de un frenesí de actividad entre las células cerebrales.




Es sorprendentemente cierto —aunque nos parezca demasiado obvio— cómo dependemos estrictamente de los sentidos, y por consiguiente de los órganos de los sentidos para poder percibir lo que ocurre a nuestro alrededor. Lucrecio, en el siglo I antes de Cristo, describía de esta manera las variedades de percepciones que los sentidos recogen en su gran poema filosófico De la naturaleza de las cosas:

Si un hombre cree que no sabe nada, tampoco eso puede saber, pues confiesa que no sabe nada. Omitiré, pues, disputar este caso con ése que de este modo puso su cabeza en sus pies. Y sin embargo, aunque yo conceda que al menos sabe esto, preguntaré: si antes nada vio verdadero en las cosas ¿de dónde sabe qué es el saber y el no saber, a su turno; qué cosa creó el conocimiento de lo verdadero y lo falso, y qué cosa probó que difiere entre lo cierto y lo dudoso? Encontrarás que de los sentidos fue primero creada la noción de lo verdadero y no se pueden refutar los sentidos. Pues de mayor certeza debe considerarse lo que espontáneamente puede vencer con lo verdadero a lo falso. Y entonces, ¿qué puede juzgarse de mayor certeza que los sentidos? ¿Podrá la razón nacida de falso sentido contradecirlos, la que nació toda entera de los sentidos? Si éstos no son verdaderos, también la razón se hace falsa. ¿O podrán las orejas reprender a los ojos, o el tacto a las orejas? ¿O a este tacto argüirá el gusto de la boca, o refutarán a las narices los ojos? No es así, opino; pues cada uno tiene su potestad aparte, cada uno su fuerza. Y por eso debemos percibir lo que es blando y frío o caliente por una facultad distinta, por otra percibir los diferentes colores de las cosas y así ver todo cuando esté conexo con los colores. Tiene, aparte, fuerza el sabor de la boca; los olores nacen aparte, aparte el sonido. Y así es necesario que los sentidos no puedan convencerse unos a otros. Ni podrán, además, reprenderse ellos mismos, pues deberá siempre tenérseles igual fe. Por eso, lo que a cada sentido pareció en cualquier tiempo, es verdadero. 


¿Qué sino percepciones a través de los sentidos reflejan estas sensaciones maravillosamente descritas por Alejo Carpentier en La consagración de la primavera?:
Me detenía atónito, ante un viejo palacio colonial que me hablaba por todas sus piedras, ante la gracia de una cristalería polícroma que me arrojaba sus colores a la cara, ante la salerosa inventiva de una reja un tanto andaluza en cuyos enrevesamientos descubría yo algo como los caracteres de un alfabeto desconocido, portador de arcanos mensajes. Una repentina emoción me suspendía el resuello al sentir la llamada de una fruta, la musgosa humedad de un patio, la salobre identidad de una brisa, la ambigua fragancia del azúcar prieta. El aliento de los anafes abanicados con una penca, la leña de los fogones, el estupendo sahumerio gris del café en tostadero, el sudor de la caña en molino de guarapo, el potente aroma de los grandes almacenes de tabaco, próximos a la Estación Terminal; el vetiver, la albahaca, la yerbabuena, el "agua de Florida" de la mulata puesta en olor de santería —ya que no de santidad—, el nardo ofrecido en los altos portales del Palacio de Aldama, las repentinas presencias del ajo, la naranja agria y el sofrito en vuelta de una esquina, y hasta el acre hedor de marisco y petróleo, brea y escaramujos, en los muelles de Regla, me conmovían indeciblemente...


Todas estas sensaciones, acumulaciones de estímulos que nos llegan de todo lo que nos rodea y son capaces de suscitar en nosotros emociones, recuerdos, tristezas, alegrías, angustias y placeres, todas llegan a nosotros, a nuestro cerebro, a través de los sentidos. El filósofo y científico inglés John Locke escribió en el siglo XVII, en su Ensayo sobre el entendimiento humano, lo siguiente:

Si los objetos externos no están unidos a nuestras mentes cuando producen ideas en ellas; y sin embargo percibimos estas cualidades originales cuando caen cada una bajo nuestros sentidos, es evidente que algún movimiento debe ser continuado por nuestros nervios, o espíritus animados por algunas partes de nuestros cuerpos, hacia los cerebros o el asiento de la sensación, para producir allí en nuestras mentes las ideas particulares que tenemos de ellas.
Y puesto que la extensión, figura, número y movimiento de los cuerpos de un tamaño observable pueden ser percibidas a distancia por la vista, es evidente que ciertos corpúsculos imperceptibles deben salir de ellos hasta los ojos y ahí enviar al cerebro algún movimiento; y esto produce las ideas que tenemos de ellos en nosotros.

 

miércoles, 6 de mayo de 2015

Isaac Pierce

Isaac Pierce

Isaac Pierce’s journey to Virginia may have been influenced by an event that took place in March 1760. (2) The Boston Evening Post recounts the story of what was considered the worst fire the area had ever experienced. The fire started in a home and due to the high winds, it raged and consumed large buildings, stores and dwelling houses, even igniting powder and causing a huge explosion. Listed among the dozens of individuals whose homes were lost was “Mr Isaac Pierce and distillhouse.” Young Isaac would have been about thirteen when his family likely lost their home, and his father his distillery. As a working-class family, young Isaac would likely have been seeking an apprenticeship and preparing for his own career. Did his family’s and father’s devastating loss influence his career in block making or his move to Virginia?




Prueba.